Por: María de los Ángeles Graterol
Caracas produce entre 400.000 o 500.000 toneladas de basura. El 95% de ella se va al vertedero La Bonanza todos los días. Si se reciclara en un 80%, esos residuos pudieran convertirse en materia prima que produzca un circuito económico importante
En Venezuela, diariamente se produce alrededor de un kilo de desechos por persona, lo que se traduce en al menos 28.000 toneladas al día, eso si tomamos en cuenta que la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) reseñó que para septiembre de 2021 la población nacional alcanzó los 28.7 millones de personas. Según cálculos de TalCual serían al año, por lo menos, 10 mil millones de kilos de basura, suficientes para llenar 830 camiones del aseo.
Aunque en años pasados de esos residuos se reciclaba entre el 10 y 15%, Joaquín Benítez, director de Sustentabilidad Ambiental de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), estimó que actualmente esa fracción quedó reducida a un 7% o 5 %.
Una de las razones de la caída del reciclaje es el decreto presidencial publicado en Gaceta Oficial en febrero de 2021, en donde se estableció que el papel, cartón, plástico y otros insumos son «de carácter estratégico y vital para el desarrollo sostenido de la industria nacional». Ello derivó en atropellos y abusos por parte de las autoridades en perjuicio de recicladores y microempresarios de esa área, a quienes les pedían un pago de 100 dólares para recibir un permiso para transportar todo ese material de una entidad a otra, hacia los centros de reciclaje.
Si tenías un camión lleno de papel te podían parar. Por eso, una política nacional de reciclaje debe basarse en dos cosas: la liberación del comercio y las transacciones dentro del sector, de manera que pueda hacerse el reciclaje sin restricciones como las que salieron de las resoluciones municipales, que desestimularon a la gente; y la promulgación de instrumentos legales que puedan incentivarlo a través de la vía normativa y fiscal, comentó el profesor.
Todo ello, explicó Benítez, pudiera incentivar el reciclaje y estimularía la economía
circular, que se basa en la reutilización y reparación de un producto, cuyo valor se determina, desde el momento de su manufactura, en función de qué tanto contamina el ambiente y cuántas veces puede ser usado en su estado original, que es básicamente lo opuesto al principio del modelo económico lineal actual, que consiste en comprar, usar y botar.
En la Unión Europea el desarrollo de políticas de ciclos económicos circulares, enmarcados en el reciclaje, han aumentado hasta en 0.5% más su producto interno bruto (PIB) y esperan que para 2030 les genere 700.000 puestos de trabajo.
En Venezuela, de acuerdo con Vladimir Valera, magíster en Economía y Sociología Ambiental de la Universidad Simón Bolívar, se crearían 250.000 empleos directos en el sector de manejo de desechos y la actividad de reciclaje podría rentabilizarse verdaderamente, siendo que ahora se está sacando provecho a la chatarra ferrosa —cuya exportación de 45.500 toneladas produjo en 2021 un ingreso neto de 55 millones de dólares al país, según cifras de Import Genius, consultora que recopila registros aduaneros— pero sin abarcar la totalidad de lo que puede llamarse reciclaje en el país.
En Venezuela se recicla alrededor del 95% del aluminio, 90% de hierro, 25% de vidrio, 1% de materia orgánica, 20% de papel y cartón, y alrededor del 2% en plásticos. Sin embargo, en función del volumen total de residuos, menos de la quinta parte pudieran estar recibiendo un tratamiento final apropiado, reseñan en Ecoeficiencia Vitales, una ONG a la que pertenece Valera, que también investigador del Departamento de Estudios Ambientales de la Universidad Metropolitana (Unimet).
Caracas produce entre 400.000 o 500.000 toneladas de basura. El 95% de ella se va al vertedero La Bonanza todos los días. Si se reciclara en un 80%, esos residuos pudieran convertirse en materia prima que produzca un circuito económico importante
En Venezuela, diariamente se produce alrededor de un kilo de desechos por persona, lo que se traduce en al menos 28.000 toneladas al día, eso si tomamos en cuenta que la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) reseñó que para septiembre de 2021 la población nacional alcanzó los 28.7 millones de personas. Según cálculos de TalCual serían al año, por lo menos, 10 mil millones de kilos de basura, suficientes para llenar 830 camiones del aseo.
Aunque en años pasados de esos residuos se reciclaba entre el 10 y 15%, Joaquín Benítez, director de Sustentabilidad Ambiental de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), estimó que actualmente esa fracción quedó reducida a un 7% o 5 %.
Una de las razones de la caída del reciclaje es el decreto presidencial publicado en Gaceta Oficial en febrero de 2021, en donde se estableció que el papel, cartón, plástico y otros insumos son «de carácter estratégico y vital para el desarrollo sostenido de la industria nacional». Ello derivó en atropellos y abusos por parte de las autoridades en perjuicio de recicladores y microempresarios de esa área, a quienes les pedían un pago de 100 dólares para recibir un permiso para transportar todo ese material de una entidad a otra, hacia los centros de reciclaje.
Si tenías un camión lleno de papel te podían parar. Por eso, una política nacional de reciclaje debe basarse en dos cosas: la liberación del comercio y las transacciones dentro del sector, de manera que pueda hacerse el reciclaje sin restricciones como las que salieron de las resoluciones municipales, que desestimularon a la gente; y la promulgación de instrumentos legales que puedan incentivarlo a través de la vía normativa y fiscal, comentó el profesor.
Todo ello, explicó Benítez, pudiera incentivar el reciclaje y estimularía la economía
circular, que se basa en la reutilización y reparación de un producto, cuyo valor se determina, desde el momento de su manufactura, en función de qué tanto contamina el ambiente y cuántas veces puede ser usado en su estado original, que es básicamente lo opuesto al principio del modelo económico lineal actual, que consiste en comprar, usar y botar.
Joaquín Benítez, director de Sustentabilidad de la Universidad Católica Andrés Bello.
Foto de El Diario
En la Unión Europea el desarrollo de políticas de ciclos económicos circulares, enmarcados en el reciclaje, han aumentado hasta en 0.5% más su producto interno bruto (PIB) y esperan que para 2030 les genere 700.000 puestos de trabajo.
En Venezuela, de acuerdo con Vladimir Valera, magíster en Economía y Sociología Ambiental de la Universidad Simón Bolívar, se crearían 250.000 empleos directos en el sector de manejo de desechos y la actividad de reciclaje podría rentabilizarse verdaderamente, siendo que ahora se está sacando provecho a la chatarra ferrosa —cuya exportación de 45.500 toneladas produjo en 2021 un ingreso neto de 55 millones de dólares al país, según cifras de Import Genius, consultora que recopila registros aduaneros— pero sin abarcar la totalidad de lo que puede llamarse reciclaje en el país.
En Venezuela se recicla alrededor del 95% del aluminio, 90% de hierro, 25% de vidrio, 1% de materia orgánica, 20% de papel y cartón, y alrededor del 2% en plásticos. Sin embargo, en función del volumen total de residuos, menos de la quinta parte pudieran estar recibiendo un tratamiento final apropiado, reseñan en Ecoeficiencia Vitales, una ONG a la que pertenece Valera, que también investigador del Departamento de Estudios Ambientales de la Universidad Metropolitana (Unimet).
¿Cómo se incentiva el reciclaje en Venezuela?
En planes de gestión de residuos, Benítez considera que debe involucrarse a las alcaldías, para que no solo se recicle por obligación, sino que se eduque y se cree una cultura verde para hacerlo.
En San Cristóbal, en el estado Táchira, la Escuela de Reciclaje, en conjunto con la alcaldía de la entidad, crearon una policía ambiental, la primera en Venezuela, que realiza patrullajes constantes para supervisar la disposición de desechos sólidos en las zonas en donde instalaron contenedores de reciclaje. Los efectivos que forman parte de ese cuerpo son de PoliTáchira, pero recibieron formación especializada en materia ambiental y residuos.
Todas esas acciones realizadas forman parte del Sistema Integral Sostenible de Zonas Ecológicas, un programa que están desarrollando en esa municipalidad —pero que pretenden extender a todo el estado para hacer ciudades más sostenibles— que consta de dos fases: preventiva, implica campañas educativas y monitoreo de basura; y sancionatorio, que acarrea multas u horas comunitarias para los infractores de las nuevas normativas establecidas en torno al aseo y reciclaje.
En diciembre de 2021, a un mes de haberse empezado a ejecutar ese plan piloto en San Cristóbal, habían logrado recolectar 900 kilos de residuos clasificados correctamente según lo establecido en la red de contenedores y controlaron en un 75% que, después de las 9:30 am, no hubiese bolsas en las islas o aceras de determinados sectores que fueron parte del proyecto.
La ONG venezolana Caracas mi Convive, que promueve la participación ciudadana en comunidades vulnerables de la capital, por ejemplo, creó el reto Juego Limpio, que plantea que un líder comunitario puede inscribir a su sector en la página oficial de la asociación para participar por la recuperación de una cancha. La zona que logre recolectar la mayor cantidad de material reciclable ganará la obra de restauración del lugar deportivo, que se hará en alianza con la empresa Multirecicla.
¿Es costoso instalar una infraestructura de contenedores de basura reciclable?
En Caracas, según estimaciones de la dirección de Sustentabilidad de la UCAB, se podrían estar generando 400.000 o 500.000 toneladas de basura. El 95% de ella se va al vertedero La Bonanza todos los días. Si se reciclaran en un 80%, se pudieran convertir en materia prima que produzca un circuito económico importante. Pero ocurre lo mismo que en el resto de la región: el 40% de los residuos se disponen inadecuadamente en vertederos a cielo abierto y con escaso control sanitario, señala la División de Agua y Saneamiento del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Por ello la importancia de inversión en infraestructura y adiestramiento para potenciar el reciclaje dentro de las comunidades, que es muy baja en comparación con los beneficios.
En esa misma universidad, por ejemplo, en 2014, para cuando tenía una población aproximada de 14.000 estudiantes, se compraron 16 contenedores de reciclaje con capacidad para 180 litros. El profesor Benítez, que lleva el área de ambiente en esa institución, calculó que para un edificio de 40 apartamentos se puede reunir 400 dólares para la compra de los recipientes de desechos y entrenamiento del personal de limpieza.
Lo que sí es importante es permanecer con el mensaje, las señales de estímulo y la gestión de estar en contacto (…) Nosotros tenemos una iniciativa de la Dirección de Extensión Social que se llama UCAB Recicla. Se desarrollan sistemas de reciclaje en escuelas y comunidades, apoyándonos en estudiantes que hacen el servicio comunitario. Se diagnostica la capacidad de producción de materiales y se calcula el número de contenedores. Establecemos vínculos entre la comunidad y la universidad, comentó.
Pero para que esos sistemas funcionen deben tomarse en cuenta otros aspectos: el establecimiento de horarios y días para sacar la basura, la forma correcta de empaquetar y clasificar esos residuos, y la colocación de los contenedores, tanto en cantidad como ubicación, que debe hacerse, ya hablando en una escala municipal, según la densidad poblacional que las zonas.
Deben ser puestos en sitios estratégicos por donde pasen las personas, cada espacio tiene sus particularidades y depende del flujo de las comunidades. Lo ideal es que cada edificio tenga su sistema y que cada grupo de casa también. Sería bueno que se pueda ir a pie, pues en cualquier país donde esto se practica rutinariamente, si quieres reciclar, simplemente sales de tu casa y en frente o muy cerca ya tienes los contendores de plástico o de papel, señaló Benítez.
Pero para que esos sistemas funcionen deben tomarse en cuenta otros aspectos: el establecimiento de horarios y días para sacar la basura, la forma correcta de empaquetar y clasificar esos residuos, y la colocación de los contenedores, tanto en cantidad como ubicación, que debe hacerse, ya hablando en una escala municipal, según la densidad poblacional que las zonas.
Deben ser puestos en sitios estratégicos por donde pasen las personas, cada espacio tiene sus particularidades y depende del flujo de las comunidades. Lo ideal es que cada edificio tenga su sistema y que cada grupo de casa también. Sería bueno que se pueda ir a pie, pues en cualquier país donde esto se practica rutinariamente, si quieres reciclar, simplemente sales de tu casa y en frente o muy cerca ya tienes los contendores de plástico o de papel, señaló Benítez.
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